El Gobierno amagó con cerrar las exportaciones de carne para extorsionar a los grandes frigoríficos
Desesperado por frenar la inflación, anunció una medida que fracasó siempre desde que el kirchnerismo llegó al poder. En realidad, lo que busca es que los que mandan el producto al exterior sigan dentro del plan Precios Cuidados.
Cuando en el arranque de la semana la demanda convalidó pagar más de mil pesos por el kilo vivo de novillo, todo el sector enseguida imaginó lo que venía detrás: un aumento de la carne en el mostrador que volvería a tensar la cuerda con el Gobierno nacional, siempre muy celoso de cuidar la “mesa de los argentinos”, aunque ya no le quede ni el mantel.
El proceso es lógico: si la devaluación oficial fue del 22%, inmediatamente iban a subir todos los dólares y, atada a este desmadre, la inflación. La solución de toda la vida del kirchnerismo no es para nada ingeniosa, ya que parecía que otra vez recurría a la vieja y fracasada receta de cerrar las exportaciones de carne, en este caso por 15 días. Lo mismo que hizo Néstor Kirchner en 2006, aconsejado por Guillermo Moreno, el (mal) recordado secretario de Comercio. Fue el punto de partida de las tensiones con el campo, que se mantuvieron durante todos los años en los que gobernaron los Kirchner.
Con el correr de las horas, todo quedó en un amague, en una clara extorsión a los exportadores, ya que lo que quiere el Gobierno es que firmen un nuevo acuerdo dentro del programa Precios Cuidados con el consorcio ABC, que acapara el 80% de los clientes externos, para asegurar el abastecimiento interno a precios que sólo se consiguen en algunos puntos del Conurbano, pero jamás llegan al interior. Hoy el asado (que ya no se puede exportar desde hace tiempo) está $1.100, casi lo mismo que el kilo vivo en Cañuelas, un valor insostenible.
Era un nuevo golpe al ingreso de dólares, ya que a pesar de que hay otros seis cortes además del asado que ya no se podían vender afuera, las exportaciones venían creciendo y eran las únicas que aumentaban entre los países del Mercosur. Pero a la vez la única herramienta a mano para obligar al ABC a sentarse a la mesa de negociaciones, algo que sucedió por la tarde.
Tampoco es que los frigoríficos exportadores son inocentes en esta comedia de idas y vueltas. Les conviene tener alguna excusa para no trasladar a los ganaderos el fuerte alza de la hacienda que siguió a la devaluación ordenada por Sergio Massa, quien mandó a negociar a Guillermo Michel, el titular de la Aduana y quien había sido el encargado de distribuir el comunicado en el que anunciaban el cierre de las exportaciones. Lo acompañó como coprotagonista de la obra Juan José Bahillo, el secretario de Agricultura.
Si dejaran volar libremente el precio de la carne, el asado podría llegar a los $4.000 el kilo, teniendo en cuenta el dólar maíz que encareció los costos y la salvaje e inútil devaluación del lunes. Seguramente habrá un acuerdo que fijará un valor mucho más bajo, con un alcance escaso, que apenas llega a los votantes del Conurbano. Así, los exportadores podrán continuar con sus negocios, sobre todo con China, que se lleva el 80% de la carne que sale al exterior y sobre todo vacas conserva y manufactura, que aquí no se consumen.
Mientras tanto, la inflación vuela y masacra el bolsillo de los argentinos, que ya ven la carne como un artículo suntuario, más allá de arreglos espurios y fotos de ocasión.
Otro golpe a los tambos
Como si no alcanzara con golpear al sector de la carne, en otro manotazo de ahogado el kirchnerismo también cerró las exportaciones de productos lácteos. No es otra cosa que un acto de desesperación por el descontrol de la inflación, que incluso es superior a la que tienen los funcionarios por ingresar dólares.
Es la peor noticia que le podían dar a productores primarios que siguen afectados por la sequía, gastando fortunas en suplementos dietarios para reemplazar la falta de pasturas y llegar mejor parados a la primavera y que reciben un precio de alrededor de $106 por litro que no acompaña el ritmo inflacionario. Y como si fuera poco, el plan Impulso Tambero del que tanto se jactaron las autoridades, sigue sin definiciones en materia de compensaciones.
La exportación, en un contexto de crisis económica local y suba de costos, era la única alternativa de tener rentabilidad a pesar de las retenciones y la demora en el pago de los reintegros. Pero nada le importa a Massa y a su equipo económico, ni siquiera mejorar la performance electoral en provincias lecheras como Santa Fe y Córdoba, que agacharon la cabeza una vez más a pesar de las graves consecuencias económicas y sociales que traerá esta medida. Tampoco le interesa al gremio Atilra, tan peleador cuando se trata de enfrentar a los enemigos del campo “nacional y popular”, pero aliado del kirchnerismo en los negocios que se hacen con dineros públicos.